A pulmón
La selección se trajo un valioso empate de su vista a la altura.
Sacrificio, entrega y mucho amor propio, fueron algunos de los conceptos claves que posibilitaron traerse un empate (1-1) de una cancha en la cual muy pocos equipos pueden rendir al máximo.
La historia no arrancó bien, desde el comienzo pudimos notar a un Bolivia más protagonista, con más resto físico y con las riendas del encuentro controladas. Por el lado argentino, desde el arranque Romero comenzó a transformarse en figura y Messi y Palacios demostraban ser una amenaza para la defensa local. Pero el dominio boliviano tuvo sus frutos y se hizo presente en forma de gol. Centro al área argentina para que Martins conecte un cabezazo y estampe el uno a cero.
A partir de ahí, lejos de desesperarse, nuestra selección tuvo paciencia y una cuota de amor propio que conmovió. El equipo de Sabella, le puso el pecho a las balas y no bajo los brazos hasta llegar al empate. El cual fue obra de Ever Banega, por medio de un cabezazo que se metió cerca del palo izquierdo del arquero boliviano.
De ahí en adelante, el partido se estancó en un pozo del cual no pudo salir… Argentina lo pudo haber ganado, pero Messi demostró ser humano y falló un mano a mano de esos que no suele desperdiciar.
Teniendo en cuenta que el partido se jugó a 3640 metros de altura por sobre el nivel del mar, el empate le sienta bien a la selección, ya que, más allá del punto, lo positivo fue la entrega que tuvo el equipo, las ganas de defender la celeste y blanca como se debe y por sobre todas las cosas la unión de un grupo que está comprometido por la causa.
Brasil está a la vuelta de la esquina, y parece que nuestros muchachos lo saben, por eso cada presentación es una oportunidad inmejorable para dar un pasito más hacia esa esquina, la cual parece estar ubicada entre las intersecciones de las calles ilusión y sacrificio… o al menos así lo demuestran los dirigidos por Sabella.
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